El Impertinente

1/13/2007

Chávez y el socialismo del siglo 21 (Segunda)

En un artículo del pasado 30 de diciembre, “Los movimientos hacia el 2007”, publicado en La Jornada, Raúl Zibechi escribe que “siete de los 10 países sudamericanos presentan gobiernos que se reclaman afines a los movimientos sociales”, y todo tiene que ver, según parece, con un reacomodo de los regímenes típicos de mitad del siglo 20, donde la izquierda llega al poder y tiene que transigir, y donde las derechas se reforman y asumen flamantes nuevos roles, y así lo explica Zibechi: “En Venezuela y Bolivia la derecha consigue movilizar sectores importantes de las poblaciones, y en el segundo caso enarbola propuestas autonómicas que resultan un excelente gancho para homogeneizar sus sociedades. Algo similar puede llegar a suceder en Ecuador cuando asuma Rafael Correa el 15 de enero. En Argentina, la derecha se está reagrupando para impedir el avance de la causa de los derechos humanos y consiguió realizar un importante paro agrario contra la política sectorial de Néstor Kirchner. En Brasil, la excusa para la movilización electoral de la derecha fue la corrupción”.

Esta cohabitación entre representantes de las bases populares y los grupos dominantes en la administración del poder político, se ha resuelto con distinta fortuna, pero es interesante ver los dos modelos que aprecia el investigador: “En general existen dos "modelos" en el continente. El que se implementa en Ecuador, y de algún modo en Bolivia, aparece centrado en el "fortalecimiento de las organizaciones" sociales que se les asigna ­a partir de la instalación del Prodepine (Proyecto de Desarrollo de los Pueblos Indios y Negros del Ecuador) a mediados de los 90­ la tarea de ser ellas mismas las diseñadoras y ejecutoras de los programas asistenciales. Estos programas han dañado en profundidad a los movimientos. En Ecuador estuvieron a punto de provocar la escisión de la Conaie y consiguieron debilitarla considerablemente”, y concluye que “estamos ante una reconfiguración de las relaciones entre los estados y los sectores populares, diferente a la que se había gestado durante el periodo de los estados del bienestar”.

Las tesis del articulista podrían aplicarse en estos momentos de la “crisis de la tortilla” en México, donde se ve de manera privilegiada este conflicto o contraste entre modelos, aunque repara el autor en que “los subsidios generan relaciones clientelares, y por lo tanto verticales, entre los ministerios "sociales" y las masas de pobres no organizados, que ahora se muestran menos proclives a movilizarse”, parece que es la única alternativa que tienen los llamados gobiernos de izquierda, como el de la ciudad de México, que ante el encarecimiento -un par de semanas antes-, de la leche popular Liconsa, decidió proteger durante seis meses a un sector de sus clientes sociales lo cual, irremediablemente se tornarán en activos de futuras contiendas electorales, como la muy probable de Marcelo Ebrard por la Presidencia de la República en 2006.

Decíamos que en contraste -o paralelamente- el gobierno federal (que salió) vanagloriándose de una tersa continuidad de estabilidad económica, sin devaluaciones ni crisis sexenales, enfrenta a sus instituciones a una cruda realidad, los ojos tapados del macho sexenal acaban de reventar sus vasos capitulares y no dan crédito a una muy singular escenografía: la batalla de la tortilla, en la que un sector abandonado, el campo devela la cortedad de vistas –por decirlo de manera muy diplomática- del Procampo, que al parecer también es una forma de control clientelar más que apoyo estructural; y los intereses creados en la industria alimentaria más importante de México, el maíz.

Ya se verá en los próximos días qué intereses participan en esta guerra en la que, como en años pasados el Fobaproa, el IVA en medicinas y alimentos, energía, etcétera, develan siempre esas banderas que, casi siempre, tristemente, no responden a las necesidades de la gente.