El Impertinente

4/04/2007

La guerra contra el narcotráfico III / Consumismo y drogadicción

En la anterior entrega fuimos de una punta a otra de la madeja en la problemática del consumo de drogas y la violencia del narcotráfico. El jueves 29 en el vendaval de información pasa desapercibido un cable de la agencia Notimex, en la que se informa que en comisiones del Congreso se empieza el análisis de una propuesta muy importante que… ¡Sorpresa!, viene de la PGR, de la persona de José Luis Santiago Vasconcelos, que el sexenio pasado estuvo a cargo de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO) y ahora subprocurador Jurídico y de Asuntos Internacionales, que llega con una iniciativa que se dictaminaría este mes de abril, y que propone a la letra: “se permitiría la portación de dosis personales a drogadictos, con cantidades máximas de cinco gramos de opio preparado para fumar, 25 miligramos de heroína, dos gramos de mariguana y 500 miligramos de cocaína. Dicha propuesta también señala que la persona que porte drogas en dosis personales será remitida a las autoridades en el caso en que se les encuentre en centros educativos”. De entrada parece por lo menos relevante que se esté discutiendo, sobre todo cuando hace unos meses se desechó, afortunadamente, una propuesta para penalizar la posesión y el consumo mínimo lo cual, lógicamente, estiraría al máximo la hebra, con el riesgo de romperla a base de “soluciones” estrictamente policiacas, como hasta este momento parece encaminarse la política del gobierno federal en la complejidad de este problema multidisciplinario.

Y de nuevo en la punta de la madeja, regresamos a las primeras preguntas, las fundamentales: ¿por qué algunos seres humanos se hacen adictos a las drogas? No es una pregunta simple o de respuesta fácil como muchos quisieran, y se considera la predisposición genética, el ambiente social pernicioso como la desintegración familiar; la falta de cohesión social traducida en oportunidades reales para cada individuo, diferente en su esencia los demás, pero podríamos unir varias encrucijadas en las que estos elementos se integran con un oasis en la adolescencia: el poderoso paliativo, la droga mágica que liberará al doliente joven que no se identifica con su entorno y los valores con que ha sido educado en la casa y en la escuela; el adolescente promedio naturalmente atraviesa por cambios perturbadores, en el mejor de los casos, y la tracción de ese oasis que parece ofrecer la droga, puede revestir cierta dosis de miedo, pero en algunos casos éste es vencido por la sed de aventura, la tentación del lado oscuro de la vida, para que él o ella se acerque, y de un momento a otro empiece a experimentar ese fuego fatuo y, tal vez se asuste o satisfaga en parte su inquietud, pero con frecuencia ese derrotero de adicción, casi siempre dolorosa, podrá durar largo tiempo, a veces años y una vida entera.

La manera en que se ha presentado la tentación de las drogas y su impacto social ha cambiado mucho en los últimos cincuenta años, y en los próximos articulillos abordaremos aspectos de este proceso que nos lleven a comprender mejor la contextura de las drogas en el siglo 21.