El Impertinente

1/23/2007

La guerra del maíz I

Este año pasará a la posteridad como el principio de una transformación de fondo, porque involucra ciclos históricos culturales, económicos, sociales, de poder, que involucra millones de personas y de dólares. En México, el maíz, como han dicho ya muchos en las últimas dos semanas, va más allá de ser una mercancía común. Además de ser el principal grano en la industria alimentaria del país durante centurias, es la semilla espiritual de los mexicanos desde que su humano artificio hizo brotar la magia de muchos colores, cada uno emparentado a una deidad y significación ontológica.

El maíz blanco, amarillo, rojo, azul, negro, verde, dará aliento a mitologías que hoy corren tenue pero efectivamente en la cultura popular: de la fila de las tortillas hasta el plato de tacos; hoy por hoy lo más ofensivo es amenazar la tortilla del mexicano. Ya podemos ver la melodramática y amarilla nota de las televisoras, de las doñas Petritas, de monederos descompuestos, quejarse del fin del mundo; Jacarando el albañil en la cola de la tortillería “La esperanza”, que hace aritméticas de la miseria: “¿adónde vamos a parar? Nos van a matar de hambre…”

Prevalecen los titulares, las cabezas parlantes de la televisión y los radiomerolicos que hablan del gran pacto del gobierno y los llamados “sectores productivos”, que fijan el precio del kilo de tortillas en $8.50, en una rara tensión de mercado que ha dado fruto al acaparamiento disfrazado de solidaridad, sí, con la misma connotación que muchos mexicanos damos a esta palabra, y bajar unos pesos el precio, pero claro, mediante claro arreglo con los monopolios del maíz, claro, las empresas del “Don Maseco”, que no le tiembla la mano para dársela a Wal Mart y hacer oportunista negocio mercadotécnico, porque no vas a esa tienda sólo por tortillas, ni con el Doctor Simi a comprar medicinas y aprovechas para las tortillas… ¿O sí?

1/13/2007

Chávez y el socialismo del siglo 21 (Segunda)

En un artículo del pasado 30 de diciembre, “Los movimientos hacia el 2007”, publicado en La Jornada, Raúl Zibechi escribe que “siete de los 10 países sudamericanos presentan gobiernos que se reclaman afines a los movimientos sociales”, y todo tiene que ver, según parece, con un reacomodo de los regímenes típicos de mitad del siglo 20, donde la izquierda llega al poder y tiene que transigir, y donde las derechas se reforman y asumen flamantes nuevos roles, y así lo explica Zibechi: “En Venezuela y Bolivia la derecha consigue movilizar sectores importantes de las poblaciones, y en el segundo caso enarbola propuestas autonómicas que resultan un excelente gancho para homogeneizar sus sociedades. Algo similar puede llegar a suceder en Ecuador cuando asuma Rafael Correa el 15 de enero. En Argentina, la derecha se está reagrupando para impedir el avance de la causa de los derechos humanos y consiguió realizar un importante paro agrario contra la política sectorial de Néstor Kirchner. En Brasil, la excusa para la movilización electoral de la derecha fue la corrupción”.

Esta cohabitación entre representantes de las bases populares y los grupos dominantes en la administración del poder político, se ha resuelto con distinta fortuna, pero es interesante ver los dos modelos que aprecia el investigador: “En general existen dos "modelos" en el continente. El que se implementa en Ecuador, y de algún modo en Bolivia, aparece centrado en el "fortalecimiento de las organizaciones" sociales que se les asigna ­a partir de la instalación del Prodepine (Proyecto de Desarrollo de los Pueblos Indios y Negros del Ecuador) a mediados de los 90­ la tarea de ser ellas mismas las diseñadoras y ejecutoras de los programas asistenciales. Estos programas han dañado en profundidad a los movimientos. En Ecuador estuvieron a punto de provocar la escisión de la Conaie y consiguieron debilitarla considerablemente”, y concluye que “estamos ante una reconfiguración de las relaciones entre los estados y los sectores populares, diferente a la que se había gestado durante el periodo de los estados del bienestar”.

Las tesis del articulista podrían aplicarse en estos momentos de la “crisis de la tortilla” en México, donde se ve de manera privilegiada este conflicto o contraste entre modelos, aunque repara el autor en que “los subsidios generan relaciones clientelares, y por lo tanto verticales, entre los ministerios "sociales" y las masas de pobres no organizados, que ahora se muestran menos proclives a movilizarse”, parece que es la única alternativa que tienen los llamados gobiernos de izquierda, como el de la ciudad de México, que ante el encarecimiento -un par de semanas antes-, de la leche popular Liconsa, decidió proteger durante seis meses a un sector de sus clientes sociales lo cual, irremediablemente se tornarán en activos de futuras contiendas electorales, como la muy probable de Marcelo Ebrard por la Presidencia de la República en 2006.

Decíamos que en contraste -o paralelamente- el gobierno federal (que salió) vanagloriándose de una tersa continuidad de estabilidad económica, sin devaluaciones ni crisis sexenales, enfrenta a sus instituciones a una cruda realidad, los ojos tapados del macho sexenal acaban de reventar sus vasos capitulares y no dan crédito a una muy singular escenografía: la batalla de la tortilla, en la que un sector abandonado, el campo devela la cortedad de vistas –por decirlo de manera muy diplomática- del Procampo, que al parecer también es una forma de control clientelar más que apoyo estructural; y los intereses creados en la industria alimentaria más importante de México, el maíz.

Ya se verá en los próximos días qué intereses participan en esta guerra en la que, como en años pasados el Fobaproa, el IVA en medicinas y alimentos, energía, etcétera, develan siempre esas banderas que, casi siempre, tristemente, no responden a las necesidades de la gente.

1/11/2007

Chávez y el socialismo del siglo 21 (Primera)

Quienes en el 1989 dieron por terminado el socialismo y el bloque del este, con la caída del muro de Berlín y la transición de los gobiernos socialistas en postcapitalistas (algunas estilo Rusia, con todo y mafias, petroleros de novela negra, traficantes y transcomunistas), seguramente agitaron las aletas de la nariz con las declaraciones del presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, al decretar el pasado martes 8 de enero la nacionalización total de la industria petrolera y estatización de empresas de telecomunicaciones, a la vez que anunciaba la nueva era del socialismo, el socialismo del siglo 21, con rostro bolivariano chavista: “¡socialismo o muerte!”, proclamó, autoheredándose la égida que hasta hoy detentaba Castro. ¿Se hubiera imaginado Marx que entre las naciones bananeras estuviera la auténtica revolución, y ¡hasta el siglo 21!

Qué orgullo sería amalgamar los ideales de Bolívar, Morelos, Marx, y fundar un socialismo en América Latina, justo en el trasero patio del Tío Sam, pero tan caricaturesco es este tío como el otro de Caracas, que quiere cincelar a golpe discursivo su lugar en la historia. Sí, es gracioso escuchar al general Chávez con sus característicos moditos de imperturbable gesto en cerámica de boquita y ojitos de pizpireta, rasgada malicia, y cantarina lengua de mordaz elocuencia castrense; puede mover a risa el insulto mediático a grandes dignatarios como al idiota emperador George Bush en su propio país, y a los alfiles de su geopolítica como el Dr. Insulza, secretario general de la OEA; y también dieron risa, aunque sin tanta gracia, sus palabras para el tristemente célebre don Chente Fox, cuando lo llamó “cachorro del imperio” avisándole que saldría “espinao” si se metía con él.

Más caricatura no puede ser, pero esa solemnidad hilarante también puede preocupar, pues aunque ya un apretón de manos se dieron Chávez y Calderón este miércoles en la toma de protesta de Daniel Ortega, presidente ya de Nicaragua, lo que restañaría antiguos agravios con el predecesor del mexicano mandatario, establece claramente las mojoneras de arranque de la contienda por el liderazgo latinoamericano del siglo 21, en la que querrán descollar Chávez, Ortega, el propio Calderón, don Evo Morales…

1/01/2007

El trofeo de Bush: Saddam dentro de quinientos años…

La ejecución del exlíder iraquí, Saddam Hussein, al amanecer del sábado 30 de diciembre de 2006, hora local, grabada en video desde un teléfono móvil, y las reconstrucciones fotográficas en las primeras planas de todo el mundo serán tal vez las piezas documentales antropológicas que dentro de varios cientos de años quizá den cuenta de parte de esta historia que, desafortunada pero irremisiblemente, se repite. Pero lo que es más seguro es que en la memoria colectiva del Oriente medio, este hombre, no menos ni más cruel que el propio George Bush y que gran parte de los líderes guerreros de la historia universal. El señor Bush Jr., capitán de los consorcios petroleros tenía que rendir una cabeza, tener su trofeo, y el día de la fiesta islámica del sacrificio, Aid al Adha, eligió la más humillante de las formas de ejecución: la horca, para su presunto enemigo durante décadas.

¿Cómo será la vida sin Hussein? En el corto plazo, con excepción de un esperado repunte de la violencia en los días subsiguientes, probablemente sea olvidado en tantos e busca otro enemigo número uno para el petrolizado capitalismo internacional. De eso se trata, del petróleo, y la estrategia, enarbolar la bandera antiterrorista para permitirse incursionar en la rica zona del golfo Pérsico, por lo que Irán estaría ya en la mira desde hace tiempo. Pero en el largo plazo, el desvanecimiento y la reinvención que permite el paso del tiempo, mucho tiempo, quizá estos sean los rasgos de la decadencia. Espartaco y Aníbal fueron derrotados, y se hizo fiesta, pero nada impidió que Roma cayera.

Para cerrar y disculpando el abuso, quisiera referirme a la columna de Alfredo Jalife-Rahme en La Jornada, el pasado 31 de diciembre, quien pondera lo que pudo ser y no fue: una salida digna, honorable: el perdón con cadena perpetua, o de menos un fusilamiento, dice el columnista, pero no, el afán descarado de las acciones en el Golfo desde que inició la asonada estadounidense con Bush padre y “la tormenta del desierto”, Dice el periodista: “hubiese sido un acto ejemplar para los pueblos de la región , a los que la banca israelí-anglosajona empuja al precipicio de la balcanización para adueñarse de su codiciado petróleo”.

Remata su columna del domingo con la siguiente premonición: “Saddam, quien es más peligroso ahora que cuando gobernó tiránicamente o fue encarcelado porque su imagen de “héroe” y “mártir” se ha impregnado en el inconsciente colectivo de sus fieles seguidores listos a ofrendar sus vidas para que el mito perviva”.